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DOMINGO RIVERO

Colaboraciones

OTRA MIRADA (A propósito de Luis y Agustín Millares Cubas, Domingo Rivero y José Luis Correa)

Martes, 6 de Mayo de 2014

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OTRA MIRADA (A propósito de Luis y Agustín Millares Cubas, Domingo Rivero y José Luis Correa) (Calle 19)

Calle 19

                                                                                                        Por Juan FERRERA GIL


            Luis y Agustín Millares Cubas, Domingo Rivero y José Luis Correa, además de sentir una fuerte pasión por ESCRIBIR, significan, en nuestra tierra, y en el ancho mapa que engloba el término LITERATURA, el sabor de plasmar historias, vivencias y pareceres que se aúnan en los tiempos actuales, tan mediocres y tan corruptos, con el íntimo deseo de permanecer a través de las miradas de los lectores.
             Y dichos escritores antes persiguen el anhelo de la reflexión y del retrato con palabras de su tiempo, en el que los personajes se nos hacen visibles. Y cuando pisamos el espacio que ellos pisaron en sus respectivos tiempos (en el caso de Correa, aún lo sigue pisando y deseamos que por muchos años), los personajes se materializan en la gente que se tropieza con nuestra mirada. Sí, de miradas va este comentario.
           “El eterno círculo” es el primer objeto de nuestra atención. En él, Anselmito, un rutinario y soltero profesor de primaria, tiene la costumbre de acercarse al muelle a mirar el mar y el horizonte, en el que imagina una vida llena de aventuras que nunca se realiza porque su natural apatía es más fuerte que su deseo de cambio. Anselmito afronta su “Destino esquivo” desde dos miradas al mar diferenciadas. Su mar primero es atrayente, natural y muy cercano; una invitación al viaje venturoso en países remotos.
            Y los hermanos Millares lo describen así: “…se dirigía lentamente al muelle, con la espalda encorvada, el paso incierto y soñoliento. Llegaba hasta la punta, siempre solo, y deteníase un rato ante la inmensidad atlántica que ondulaba vagamente en las tinieblas, recibiendo en plena faz la brisa penetrante, fresca, juvenil, que venía desde el fondo lejano e indefinido como una invitación al viaje, a las aventuras en países remotos, llenos de sol, de vida, de movimiento”.
            En cambio, el segundo mar del profesor de primaria es apenas una mirada detenida de una vida truncada: “El sol besaba aún la línea del horizonte, trazando en la superficie del mar un ancho camino de oro. El cielo parecía más alto, más lejano, y en los cercados lucía más negro el verde de las plataneras. Flotaba sobre todas las cosas una suerte de vaga expectación.”
             Claro que el mar en el poema “VIVIENDO” de Domingo Rivero es tan esquivo como el de Anselmito, donde se refleja al ritmo de las mareas el paso de la existencia:
A veces sobre el mar pasa una nave
que se pierde a lo lejos como un ave
que empuja el viento del Destino esquivo…

           Si el “Destino esquivo” está fuera de la isla en el poema de Rivero, en el relato de los hermanos Millares Cubas se sitúa en el interior, personificado en Anselmito, en el que el mar es la llave de una cárcel paralizante, símbolo de un sueño irrealizable, al igual que el de los emigrantes de los que habla el poeta.
           En ambos textos, los personajes, al ejercer su profesión, contemplan el espacio que les rodea: la clase de Anselmito y la oficina de Rivero. Es evidente que Atlántica, en El eterno círculo, es Las Palmas de Gran Canaria, al igual que “Mi oficina da al mar”  en el poema de Rivero: llevaban siempre encima su ciudad estos escritores. Los dos textos muestran claras estructuras de circularidad: el primero simboliza una vida siempre igual y monótona y  rutinaria hasta la exasperación. Parece como si Luis y Agustín Millares Cubas, al seleccionar hábil e intencionadamente los materiales expuestos, hubiesen encontrado un ritmo narrativo, y constante, como si una rueda fuera al moverse. En el segundo, Domingo Rivero habla de otro tipo de monotonía. ¿O acaso es otra cara de una misma moneda?
          No debemos obviar lo que no se dice en ambos textos pero sí queda sugerido. Y creo que ahí se encuentra el verdadero reto de los escritores: aparentemente lo contado da la sensación de hablarnos de lo que ocurre cuando no pasa nada. Es decir, el reto es contar una existencia anodina, siempre a la espera de, en el caso de Anselmito; y en “Viviendo” hay más reflexión interior en una existencia muy parecida a la de muchos otros. Quizás lo que sucede es que la mayoría de las vidas desarrollan una existencia plana, cronológicamente monótona al ritmo de los días, y nosotros hemos tenido que leer otras vidas para darnos cuenta de la nuestra. Apenas suceden cosas: ése es el reto de contarlas, como el adelantado Chéjov, que cuenta lo que pasa cuando no pasa nada. Así que estos escritores de los que hablamos fueron en su momento, muy probablemente, lectores del genial escritor ruso. Quienes así escriben esconden en el alma de su literatura un poso lector que se aviva cuando delante del papel crean un mundo maravilloso de signos que ha llegado hasta nuestros días. Y todo ello para decirnos: “así fuimos, así pensamos, así escribimos, como ustedes ahora en el tiempo al que nosotros ni siquiera imaginamos.”
          ¿Y dónde queda José Luis Correa?
          Muy sencillo: en la reflexión que realizó el creador de Ricardo Blanco en el catálogo de una exposición fotográfica de escritores. Y dice así: “Quise ser escritor para contar todo aquello que no comprendía. Probablemente sigo sin comprenderlo pero siento que ahora ya no sabría hacer otra cosa que escribir. A mano. Sobre papel. El olor de la tinta mezclándose con el del pergamino con la misma cadencia con que la idea se mezcla con la palabra escrita.”
           De lo que se infiere que el mar es el pergamino; la tinta y su olor es el maroto fresco y húmedo del Atlántico y la palabra escrita, la vida, que no hace mudanza en su costumbre. Todo ello se funde en que los escritores que son objeto de este comentario tan raro y particular comparten la pasión de la escritura y ni antes ni ahora dejaron, ni dejarán, nunca de hacerlo, como indicamos al principio. ¡Vaya, me ha salido también un comentario circular!
             Pero yo lo que quiero decir es que tengo para mí que todos ellos han sido lectores de Chéjov. Al menos a mí me gusta pensar que así fue y que así es.

            Y creo que contemplar nuestro mar más cercano es una fuente infinita de historias disfrazadas de sal y espuma.




BIBLIOGRAFÍA:
Luis y Agustín MILLARES CUBAS: Antología de cuentos de la tierra canaria. Biblioteca Básica Canaria
Domingo Rivero: Poemas. Biblioteca Básica Canaria.
José Luis Correa: Catálogo Letras Canarias, Chiqui García, Arucas 2012.

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