MUSEO POETA
DOMINGO RIVERO

Colaboraciones

No está sentado Domingo Rivero

Lunes, 11 de Marzo de 2013

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 No está sentado Domingo Rivero (No está sentado Domingo Rivero)

No está sentado Domingo Rivero

Silla de junto al lecho que la figura adquieres
de mis cansados hombros al sostener mi traje:
sostén de mi fatiga paréceme que eres;
tú me hablas en silencio; yo entiendo tu lenguaje.

La lámpara agoniza y tu piedad escucha
entre la ropa aún tibia el palpitar del pecho.
Yo pienso que mañana ha de volver la lucha
cuando de ti recoja mi traje junto al lecho.

Y en la callada noche, humilde silla amiga,
mientras de ti pendiente parece mi fatiga,
siento crecer la fuerte virtud de la Paciencia
mirando de la lámpara bajo la triste luz,
tu sombra que se alarga, y evoca mi existencia,
y alcanza los serenos contornos de la Cruz.

 

DOMINGO RIVERO (1852-1929) (1)

No es casual que Domingo Rivero nos acompañe en nuestro acontecer cotidiano y lo haga de pie: a nuestra altura, mirándonos de frente. Y tampoco lo es que tenga un cuaderno donde escribir. Al fin y al cabo, fue un observador nato y preciso, y a través de los objetos cotidianos nos ha hecho ver, nos hace ver aún hoy a poco que nos acerquemos a su obra, la reflexión más profunda y sincera.

“La silla” de la que habla Domingo Rivero en el soneto que encabeza este artículo se personifica al colocar el poeta su traje en ella. Un acto repetido una y mil veces ha servido para que su genialidad nos maraville una vez más: la imagen recurrente que vio a lo largo de su vida nos la hace revivir para nosotros. Así, “la silla” inerte deja de serlo porque adquiere vida. Y si hay vida es capaz de dialogar con el poeta. Y también sabe escuchar “el palpitar del pecho”, que no es más que el transcurrir de la existencia. Y “la lámpara” muere con su triste luz mientras su sombra se engrandece y se proyecta hasta la fe del poeta: lo elevado, lo misterioso, acaso el misterio mismo de la existencia. Pero no deberíamos dejar atrás dos palabras que invitan a seguir: “paciencia” y “lucha”. Así, las dos juntas, las dos de la mano, para poder continuar el camino.

Por eso Domingo Rivero está de pie: ha regresado a su ciudad para quedarse, pero no está quieto: va a continuar trabajando en los sentimientos y emociones humanos: en hacernos ver y sentir el porqué en las pequeñas cosas y en los sencillos gestos se encuentra la hondura del ser humano. Por eso ha regresado, si bien nunca se fue del todo.

Está permanentemente viva la frontera de Domingo Rivero.

Así que “la silla” del poeta es tan dinámica como la excelente escultura que nos acompaña y saluda cada día desde el Parque Chino, y que su autor, Wenceslao Herrera , supo humanizar para que fuera hoy, y siempre, uno más entre nosotros.

Juan FERRERA GIL

(1) Biblioteca Básica Canaria: Domingo Rivero, Poesías, Madrid, 1991.

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