MUSEO POETA
DOMINGO RIVERO

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Cinco años del Domingo Rivero, por Luis León Barreto

Lunes, 20 de Marzo de 2017

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Cinco años del Domingo Rivero, por Luis León Barreto (Luis León Barreto mestizaje)

Luis León Barreto mestizaje

Este 19 de marzo el Museo Domingo Rivero cumple cinco años, pero no son cinco años corrientes sino que muestran la determinación, la persistencia y el coraje de su fundador, José Rivero Gómez, quien cada uno de los días ha estado desafiando su cruel enfermedad, sobreviviéndose a sí mismo para cumplir el alto fin que se había propuesto. En efecto, el Domingo Rivero es una rara avis dentro del panorama de la cultura canaria. Es una institución que ha decidido mantenerse por sí misma, con recursos familiares y sin aceptar patrocinios ni intervencionismo de instituciones ajenas. Ha sido básica la generosa actitud de la esposa de Rivero, profesional de la medicina y madre de los dos hijos de la pareja. De este modo se ha fabricado una marca de independencia y buen hacer, que hoy es seguida por cientos de asistentes a sus actos y por la mayoría de los creadores y artistas de las islas. Allí se exhiben objetos personales del escritor y allí se reúne un público fiel a las actividades.
La programación ha sido múltiple y variada, y cada semana desfilan entre sus paredes presentaciones de libros, recitales de poesía, conciertos, exposiciones de arte, proyecciones cinematográficas, debates. Efectivamente, el Domingo Rivero en la calle Torres 10 de la ciudad de Las Palmas, ubicado en el mismo espacio de la casa que el poeta habitó hasta su muerte en 1929, es un baluarte de la cultura independiente y es también la expresión del empuje de su fundador, el periodista con el que compartimos mesas de redacción desde aquellos lejanos años 70, el hombre que más sabe del golf, de las sociedades británicas en la isla, el que posee un impresionante archivo. Militante de izquierda en el tardofranquismo, era una de las conciencias de la revista Sansofé, que tuvo su sede en el mismo edificio, y de sus páginas literarias que llevaban por nombre El Sacho, en cuyo primer número publiqué un relato al final de los años sesenta.
Cuando me lo contaba hace mucho Pepe en algún bar me costaba creer que algún día fuera realidad el proyecto. Pero mi incredulidad saltó hecha pedazos por la persistencia que supo ver la línea adecuada para la decoración y ambientación de la sala. Durante ocho años estudiaron proyectos que ayudaron a perfilar la institución, que nace porque el nieto heredó la obra completa del poeta, incluidos los objetos personales. Larga vida al Domingo Rivero, que ojalá pueda subsistir más allá de las circunstancias, contando con la colaboración de la vicepresidenta, María Luisa Estévez Reneses y de Elisa Quintana Navarro, la subdirectora. Lo agradecería ese público fiel que se acerca con curiosidad y fidelidad. Muchas veces le he comentado al fundador que gracias a su empeño su ilustre abuelo es hoy conocido no solo de los cuatro profesores universitarios que sabían de su obra sino de un público amplio. Domingo Rivero, autor de una obra poética tardía y escasa, ha cobrado el protagonismo que merecía como figura importante de un momento brillante de la poesía canaria, en el tránsito del siglo XIX al XX.

 

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