VÍSPERAS
Mi padre era poeta.
Quizá no signifique una gran cosa
ni tenga una excesiva relevancia.
Excepto porque era mi padre.
No logro recordar si de pequeño
constituía para mí un motivo de orgullo
o si, cuando me preguntaban,
decir poeta me resultaba raro.
Puede que contestara que marino.
Yo entonces no sabía lo que era un emigrante
y hablaban los mayores de barcos despidiéndose
a oscuras mar adentro.
Tampoco tenía claro si se podía decir
porque a madre se le hacía un nudo en la garganta
cuando llegaba alguna grabación de no sé dónde
con la voz de mi padre recitando.
Ahora lo puedo pregonar abiertamente:
mi padre era poeta, incluso cuando dejó de escribir.
Aunque esos poemas que nunca escribió
estaban impregnados de una enorme nostalgia.
Dentro de poco nos vamos a igualar en las edades.
Tal vez sea ya el momento de sentarnos
a conversar sin miedo y sin tapujos.
Quizá lo haga reír cuando le diga
que me lo imaginaba de marino.
O puede que al sentarse, resignado,
moviendo la cabeza comente una vez más:
“si uno lo piensa bien, la vida es una vaina”.
Y entonces yo le pida que recite
uno de esos nostálgicos poemas
que él ya nunca escribió.
Del poemario inédito: “Voces”
José Miguel Junco